En mi proceso de recuperación siempre pienso que lo primero es darte cuenta de que tienes un problema, pedir ayuda antes de que sea demasiado tarde como a mí me paso. Entonces me di cuenta de lo difícil que es salir del pozo cuando estás en el fondo. Todo paso muy rápido, casi sin darme cuenta. No podía pensar, ni siquiera era consciente de nada. No veía salida, todavía vivo sin ver esa luz pero para hacérmelo más difícil la vida me castigo y ahora a lo largo de los años después de tantas subidas y bajadas mi mayor tesoro, mi hijo, ha entrado en las mismas vivencias que viví y sigo viviendo. Durante mucho tiempo viví culpándome por las acciones de mi hijo ya que él tampoco quería ver que tenía un problema y sigue sin aceptarlo. No ve salida, solo piensa que es un estorbo, que no sirve para nada, sólo para darme problemas y preocupaciones.

Si de algo me ha servido todos estos años mi enfermedad es todo lo que las personas que han estado a mi lado y siguen estando ahí para mí, son parte de mi familia. Quiero dar las gracias a todas esas personas que no me han dejado psicóloga, psiquiatra, grupos de terapia y terapeutas, los cuales me han explicado que no es mi culpa, ni siquiera sé sabe si es hereditario y así como ellos me acompañan, yo acompaño a mi hijo. Intento ser fuerte y estar ahí siempre. No solo, es decir: “si me necesitas, dímelo”, no es lo que necesitamos, es mejor decir: “estoy contigo”. En lugar de: “tienes que salir”, mejor “te acompaño, voy contigo”, un abrazo sincero y decir que: “todo pasará”. Cuando sufre esas crisis tan fuertes que no es consciente de nada de lo que hace abrazarlo y estar con él, aunque te rechace. 

ISABEL